Aunque lo diga Francisco, Jesucristo no justificó a todos los hombres

En la homilía del lunes 4 de mayo del 2020, el papa Francisco hizo la siguiente afirmación:

Ese “todos” es la visión del Señor que vino por todos y murió por todos. “¿Y también murió por aquel desgraciado que me ha hecho la vida imposible?”. También murió por él. “¿Y por aquel bandido?”: murió por él. Por todos. E incluso por la gente que no cree en él o es de otras religiones: murió por todos. Eso no quiere decir que se deba hacer proselitismo: no. Pero Él murió por todos, justificó a todos.

Vaya por delante que las palabras de un pontífice en una homilía improvisada -y el vídeo de la misma muestra que no fue leída- difícilmente pueden ser consideradas magisterio pontificio. Pero no por ello es menos grave que un Papa afirme algo que contradice expresamente la enseñanza de la Iglesia.

En el Decreto sobre la Justificación del Concilio de Trento, capítulo III, leemos:

No obstante, aunque Jesucristo murió por todos, no todos participan del beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunican los méritos de su pasión. Porque así como no nacerían los hombres efectivamente injustos, si no naciesen propagados de Adan; pues siendo concebidos por él mismo, contraen por esta propagación su propia injusticia; del mismo modo, si no renaciesen en Jesucristo, jamás serían justificados; pues en esta regeneración se les confiere por el mérito de la pasión de Cristo, la gracia con que se hacen justos.

Y en el capítulo VI, vemos:

Dispónense, pues, para la justificación, cuando movidos y ayudados por la gracia divina, y concibiendo la fe por el oído, se inclinan libremente a Dios, creyendo ser verdad lo que sobrenaturalmente ha revelado y prometido.

Item más, dice el capítulo VII:

A esta disposición o preparación se sigue la justificación en sí misma: que no sólo es el perdón de los pecados, sino también la santificación y renovación del hombre interior por la admisión voluntaria de la gracia y dones que la siguen; de donde resulta que el hombre de injusto pasa a ser justo, y de enemigo a amigo, para ser heredero en esperanza de la vida eterna.

Y para que quede meridianamente claro, añade el capítulo VIII:

Cuando dice el Apóstol que el hombre se justifica por la fe, y gratuitamente; se deben entender sus palabras en aquel sentido que adoptó, y ha expresado el perpetuo consentimiento de la Iglesia católicaa; es a saber, que en tanto se dice que somos justificados por la fe, en cuanto esta es principio de la salvación del hombre, fundamento y raíz de toda justificación, y sin la cual es imposible hacerse agradables a Dios, ni llegar a participar de la suerte de hijos suyos. En tanto también se dice que somos justificados gratuitamente, en cuanto ninguna de las cosas que preceden a la justificación, sea la fe, o sean las obras, merece la gracia de la justificación: porque si es gracia, ya no proviene de las obras: de otro modo, como dice el Apóstol, la gracia no sería gracia.

Queda claro por tanto que no se puede decir de ninguna manera que Jesucristo justificó a todos los hombres, y mucho menos a los que no creen en Él y son de otras religiones. Tal afirmación es contraria al evangelio de Cristo, a la fe de la Iglesia. Y tal error es aún más grave si se le añade la oposición al proselitismo, que consiste en buscar la conversión de los incrédulos, de los no cristianos.

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